jueves, 9 de septiembre de 2010

“La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura”


La misión fundamental de la enseñanza venezolana hoy día es educar al homo communis, al humano social. El medio más efectivo para inculcar la ideología social y para formar un humano nuevo, que se levanta en defensa de los ideales de justicia, solidaridad y hermandad, es el colectivo. La historia mundial de la enseñanza conoce múltiples experiencias exitosas de formación humanística a través del trabajo colectivo y de las artes desde la antigua pedagogía de Grecia Ática hasta los modelos históricos de la música dentro de la educación integral, en el siglo XX, en países como Rusia, Hungría, Francia, Inglaterra y Alemania. Entre esos ejemplos se destaca el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, que se formó en Venezuela a mediados de los años 70, modelo de educación musical masiva que propicia la adaptación social de la niñez y la juventud a través del arte. Actualmente la red de orquestas y coros abarca a más de 250 mil niños y jóvenes.

El pionero de este Sistema, su constructor y fundador, su alma y su cerebro es Maestro José Antonio Abreu, profesor, músico, economista y político venezolano, ganador de varios reconocimientos incluido el Premio Nobel Alternativo, otorgado por la Fundación Right Livelihood, de Suecia, el Premio UNICEF y el Premio Don Juán de Borbón de la Música. En 1998, la UNESCO lo designó Embajador de Buena Voluntad para la Música y la Paz. Durante los últimos 30 años Abreu ejerció los cargos de Director de Planificación de Cordiplan y Asesor del Consejo Nacional de Economía, Diputado al Congreso Nacional de la República Venezuela, Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y de Ministro de Estado para la Cultura. El Maestro está convencido de que el arte no es patrimonio de elegidos. Es para todos. Abreu considera que su orquesta debe estar en cada ciudad, en cada pueblo, dondequiera que viva un humano, porque a través de la experiencia de hacer música en colectivo, el niño entra en contacto con los valores humanistas fundamentales e universales.

Además de formar en Venezuela un público con educación y cultura musical y de educar intérpretes profesionales de nueva generación, el objetivo más importante de la extensión del Sistema de enseñanza musical masiva es dar apoyo social a los niños de familias de humildes recursos y no aseguradas, salvarlos de la influencia negativa de la calle. Dar a los niños la oportunidad de tocar en una orquesta, recibir un instrumento gratuitamente y entrar en un colectivo es una iniciativa que merece un profundo respeto. Preocupación aparte es la intergración a la vida social y musical de los niños y jóvenes con limitaciones físicas y mentales.

Esta entrevista le fue realizada al Maestro Abreu en Caracas el 31 de enero de 2008.

Elena Dolenko: Doctora en Musicología, profesora del Conservatorio Tchaikovski, de Moscú

Elena Dolenko: Maestro, ¿cómo ha sido el desarrollo del movimiento de las Orquestas Juveniles e Infantiles desde su creación hasta nuestros días?

José Antonio Abreu: El Sistema se desarrolla porque existen derechos, consagrados por la Constitución y por la ley, que hacen obligatoria la asistencia del Estado a la educación musical de niños y jovenes. Es decir, el Estado está en el deber ineludible de garantizar los derechos a la educación musical de la niñez y la juventud. Lograr el ejercicio de ese derecho desde hace 33 años es un justo reconocimiento al talento de nuestros niños y acceso de los pobres a la alta cultura. Nuestros niños tienen derecho a la mejor educación musical y el Estado está en el deber de garantizar eso. La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura.

El Presidente de la República decretó el 24 de noviembre de 2007 una Misión nueva del Estado, a través de la cual se desarrollará el Sistema de orquestas. Se trata de la Misión Música y va a extenderse a todo el país, multiplicando y profundizando el movimiento orquestal. Eso responde al crecimiento explosivo de nuestra matrícula, y sobre todo, al resultado social y comunitario. Estamos demostrando con esta Misión el inmenso valor formativo y cívico del Sistema no solo para formar músicos sino para crear nuevos ciudadanos. Futuros hombres con una conciencia social individual más sólida, más amplia, más profunda con la resposabilidad que les concierne en el precepto cultural del país. El Sistema es un vehículo de transformación del humano y para afrontar los grandes retos humanísticos de la sociedad nuestra. Se ha demostrado de una manera incontestable que este Sistema es un instrumento efectivo para el rescate la dignificación del pueblo venezolano.

E.D.: ¿Que función debe cumplir la formación artística en la educación de los niños y jóvenes?

J.A.A.: Una función fundamental. La formación artística complementa la educación tradicional y la convierte en un sistema de educación y de salud integral para el país. Nosotros estamos fortaleciendo estructuralmente el sistema educativo de Venezuela incorporando las asignaturas como sensibilidad y sentimiento, que en el campo de la música contribuyen a cimentar la personalidad afectiva y emocional del niño. Es una vía para lograr ciudadanos más completos, más concientes y sobre todo, formados en la dimensión estética de la vida. Esa dimensión está planteada desde la antigua pedagogía de Grecia Ática, pasando por la filosofía alemana de fines del siglo XVIII y de la Ilustración e influye de una manera determinante en la formación ética. La conciencia moral de un país depende en gran medida de la proyección humanística en el sistema educativo. Un equilibrio sano y fecundo entre la educación humanística y la educación tecnocientífica produce un hombre y una mujer preparados para entender más integralmente al reto de existencia. Así mismo, pueden colaborar de una manera más fecunda y más activa y eficiente con la nación, y en particular, para formar su familia de una manera mucho más adecuada al reto social de hoy. La formación cultural permite prevenir inmensos males de la sociedad contemporánea, que amenaza la infancia y la juventud, como las drogas, la violencia, el uso escandaloso de la pornografía infantil y todo aquello que contribuye a destruir los cimientos éticos y estéticos de la sociedad del siglo XXI.

Nuestro sistema al comprender ya un cuarto de millón de niños y jóvenes demuestra su capacidad para promover formación y salud integral a la sociedad venezolana. En ello consiste el aporte que considero yo más transcendente. Lo que justamente transciende lo musical, va más allá y lo convierte en una poderosa herramienta de desarrollo humano de la sociedad. Es el gran reto nuestro en este momento.

E.D.: ¿Usted imagina el Sistema funcionando sin Usted en la dirección?

J.A.A.: Sí, funciona perfectamente. Afortunadamente, en 33 años se logró formar una generación de relevo que comprende dos estratos, dos capas: una la de los maestros y otra de funcionarios. El Sistema posee profesores, maestros y directores en todo el país, quienes son capaces de mantener y desarrollar exitosamente el nivel académico de los niños. En segundo lugar, hay una generación gerencial nueva. El Sistema se ha decentralizado en provincias, cada instancia ha puesto un reto de desarrollo. Para desarrollar la orquesta y los coros de las provincias hemos contado con jóvenes de entre 20 y 24 años, quienes han demostrado capacidad para organizar, gerenciar y multiplicar el Sistema, y están ávidos de una enorme formación y de conocimiento.

Yo creo que la sed del conocimiento es más importante, que el conocimiento en sí. La sed del saber impulsa al hombre a la autoconciencia progresiva, a la autoeducación, cada vez más intensa, y hoy los jóvenes tienen los instrumentos. En mis tiempos, por ejemplo, tuve que estudiar sin herramientas transcendentales de intercomunicación como las de hoy, limitada a un acceso a bibliografía física, sin un contacto con el conocimiento universal a través de Internet. Había que viajar fisicamente a otras países para poder estar en contacto con los fenómenos más ordinarios de un arte, de una ciencia. Hoy prácticamente no hay que moverse de una ciudad para tener acceso al mundo. Y eso lo tienen los niños de los pueblos más pobres de Venezuela en el Oriente y lo tienen los ciudadanos de Caracas, jóvenes más avanzados en las universidades. El tipo de joven que se está formando en este sistema hoy es muy distinto del que se formó en 30 años atrás. Y el profesional que está egresando ahora entra al perfil muy superior al mío. Estoy seguro de que va a ser así. Hay jóvenes en el interior de la República, en los estados muy marginados tradicionalmente, que estan ascendiendo prácticamente hacia un nivel de conocimiento y de control social enormes. En este sentido estoy absolutamente tranquilo. Sin mí el Sistema va a funcionar perfectamente bien. Es decir, si no funciona sin mí es que lo hice mal. Yo lo hice con el efecto de que funcionara y de que se autosostenga, pero sin depender de mi presencia física y permanente.

E.D.: ¿Que dificultades ha encontrado Usted para la proyección del movimiento orquestal juvenil e infantil en los países latinoamericanos?

J.A.A.: La educación en América Latina durante muchos décadas se fundamentó en el cultivo de la racionalidad, del intelecto. Se dió un enorme importáncia a las áreas, que tienen que ver con la preparación del niño en las ciencias matemáticas, físicas y en todo lo concerniente a la futura promoción tecnológica del país, descuidando la formación de la sensibilidad, de la afectividad y del sentimiento en la educación primaria. La educación artística en América Latina siempre fue periférica, marginal. Vencer esta mentalidad pedagógica anacrónica no es fácil, cuesta convencer a directores de los conservatorios, a ministros de educación de que esto es un proyecto prioritario en lo cultural. Pero más cuesta demostrar que además cumple una función social y comunitaria muy importante. Eso cuesta mucho más, porque la cultura siempre ha estado recluida como en ghettos políticos institucionales. Los Ministerios de la Cultura siempre han estado separados del Ministerio de la Educación y los Ministerios de Desarrollo Social habían estado ajenos al desarrollo cultural. Se considera, por ejemplo, que es una injusticia social que un niño pobre no puede comer lo que come un niño rico. Pero no se considera que es una inmensa injusticia social que un niño pobre no tenga acceso a la educación musical que tiene plenamente un niño rico. La revolución que implica llevar el niño pobre a la altura máxima del conocimiento artístico es más poderosa y más transcendental, que la revolución alimentaria y la revolución del hábitat para un país, como nuestro. Hay que vencer mentalidades, vencer estructuras, vencer costumbres y vencer ambientes sociales hostiles al desarrollo masivo del arte. Están acostumbrados a visualizar el arte como una pequeña manifestación elitesca consagrada a un grupo pequeño de la sociedad, una minoría dirigida a otra minoría. Este ha sido el mundo del arte durante muchísimos años en América Latina.

E.D.: Maestro, ¿que opina Usted del estado actual de la educación musical en los países europeos?

J.A.A.: El problema consiste en la audiencia musical. Nosotros estamos creciendo a base de una audiencia musical joven y entusiasta, mientras que en los países europeos se va a regreso. La audiencia se cae el sentir, porque la juventud no participa con entusiasmo en proceso musical. Ese decrecimiento lo percibí en Europa Occidental, se trata de una crisis de audiencia musical joven en los últimos años. La juventud en Alemania no asiste masivamente al Festival Beethoven de Bonn, que es un Festival a gusto realmente, o al Festival Wagner en Bayreuth. Europa está luchando en este momento para multiplicar las orquestas juveniles y crear en la audiencia juvenil el amor por Wagner, el amor por Beethoven, el amor por los grandes valores musicales de Europa y eso es una cosa en la que América Latina lleva la delantera en esa dinámica generacional juvenil latinoamericana frente a lo que se llama “la música clásica”. Por eso Simon Rattle declara: “El futuro de la música clásica está en Venezuela”. El observa la realidad europea, observa nuestra realidad y ve, que aquí hay una veta de porvenir, que lamentablemente no existe en otros continentes. Pero yo estoy seguro, que va a existir, porque está reviviendo en este momento. Yo estoy revelando en España, donde veo un aflorar tremendo de la juventud musical, una asociación nacional de las orquestas juveniles, coros nuevos, la educación infantil musical creciendo enormemente. Y también lo visto en Francia y en Italia, donde hay mucho intento, que Maestro Abbado está promoviendo para esto. En Alemania hay una Asociación de la Juventud Musical que está luchando ardorosamente por eso y hace muchos años, y eso va a tener éxito. Pero en este momento realmente América Latina es un ejemplo para todos en ese campo. Nos orgullese, pero no nos envilece. Nos llena de responsabilidad, nos mueve más bien a la charla con estos países, con los cuales tenemos que desarrollar un diálogo cada vez más fecundo. No creemos tampoco, que nosotros tenemos nada que enseñar a Europa, a Rusia, a Estados Unidos. Tenemos mucho que aprender todavia. Ellos también tienen que aprender de algunas de las experiencias nuestras como natural. Y en ese diálogo es de donde todos nos enriquesemos, todos nos desarrollamos.

E.D.: ¿Tiene Usted planes de hacer algún intercambio entre los músicos de su movimiento y los músicos rusos?

J.A.A.: Nos interesa enormemente el diálogo con Rusia por ser la inmensa madre musical, por la gloriosa tradición creadora de los géneros musical, porque la música rusa apasiona como ninguna otra a la audiencia juvenil latinoamericana, porque la música de un Tchaikovski resulta el fenómeno pedagógico más inmenso para el desarrollo de las orquestas juveniles, porque los maestros rusos han sido fundamental en desarrollo de la pedagogía musical en muchos países latinoamericanos y porque vamos el proximo año a Rusia y queremos encontrarnos en Moscú, en San Petersburgo, en todo el país con una juventud nueva, con una nueva generación, esos nuevos rostros que buscan intercambiar con nosotros experiencias y queremos establecer un plan perenne, un acuerdo permanente de cooperación e intercambio con las instituciones sinfónicos y corales de Rusia. Si existiera la posibilidad de que estas palabras mías llegaran al pueblo ruso, a la juventud de Rusia y al gobierno, yo estaría feliz. Particularmente, yo quiero enviar al Maestro Valery Gergiev nuestro mensaje de inmenso respeto, de amor y de admiración y decir, que estamos realmente ansiosos de llegar a Rusia para conocerle, para tocar en su honor y para recibir de él la magistral lección que seguramente dará.

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